Empezar una guerra (la Segunda a nivel mundial) no fue difícil, mantenerla significó sacrificios de los involucrados, de TODOS LOS PAÍSES DE LA TIERRA.

1939: EL PRIMER AÑO DE GUERRA

Tanto tronó que llovió. No había dudas sobre la voluntad de Hitler de desencadenar una guerra para «recuperar» los territorios que, según él, le habían sido quitados por los países vencedores de la Gran Guerra (después llamada la Primera Guerra Mundial).

Después de las vacilaciones de los anglo-franceses que le habían permitido ocupar Austria y la región de los Sudetes (una sección montañosa en las fronteras de Alemania, Polonia y la República Checa), y sabiendo que esta vez no le sería concedido un corredor en territorio polaco (frente al rechazo claro de Polonia apoyado por sus aliados Francia y Reino Unido), Hitler no cambió de ánimo. Más bien pasó a la acción, sabiendo cuáles serían las consecuencias. Fue el 1 de septiembre cuando explotó el conflicto más sanguinario y brutal que la historia jamás había conocido.

EL PACTO DE ACERO

La estrecha unión por voluntad de Hitler y el Duce de Italia expresa la voluntad de dos pueblos y constituye la más clara respuesta a las maniobras de guerra de las democracias.

 

LA MASACRE DE KATYN

En la primavera de 1940, en el bosque de Katyn en Polonia, fueron eliminados con una actitud fría más de veintidós mil prisioneros de guerra polacos, todos asesinados con un balazo en la nuca y botados en diversas fosas comunes. En estas masacres desapareció completamente una generación entera de oficiales pertenecientes a la burguesía y la inteligencia polaca. El hecho quedó desconocido hasta que, en la primavera de 1943, una radio alemana difundió el hallazgo de fosas comunes. Con una gran «campaña publicitaria» dirigida por el ministro Joseph Goebbels, se proporcionaron imágenes de las masacres, atribuyendo la responsabilidad a los soldados soviéticos que habían invadido Polonia Oriental.

Sin embargo, dado que la acusación provenía de un régimen notoriamente manchado de otros hechos y crímenes atroces, no fue aceptada por Stalin, quien proclamó a viva voz la inocencia de los soldados rojos.

Después de la guerra, una comisión de investigación determinó un manejo de responsabilidades durante la «Guerra Fría».

Solo en 1989, estudiosos soviéticos revelaron que Stalin había efectivamente ordenado la masacre, y en octubre de 1990, Mijaíl Gorbachov presentó sus disculpas oficiales a Polonia.

 

 

 

 

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